Algún día yo también seré río
y bailaré con el sol como bailan mis vecinos.
Crecerán estas orillas navegando por los campos
con ese calor perenne que azota a veces la tierra
o simplemente la mece
alumbrando los terrones con algunos rayos tenues.

Algún día seré amplio río con ondas que forma el viento.
Esconderé en mi regazo engordadas criaturas,
alimento generoso de pequeños mozalbetes
que corran por estos tesos,
con espada de madera y doncel de terciopelo.
Seré un río grande y hondo como los que hacen historia,
más grande que el mismo Duero,
donde dividieron tierras,
batallaron grandes nobles,
o se bañaron princesas.

Algún día yo también seré río,
y crecerán mis meandros con el empuje del agua,
que llevaré hasta tu puerta,
para bañarte el zaguán que caminas cada día.
Llevaré conmigo todo lo que tu sed siempre ansía,
y mi agua servirá para sanar las heridas
que deja tanto abandono sobre esta tierra infinita.

Algún día yo habré de ser un gran río.
Creceré por encima de estas dos largas paredes
levantadas por vosotros para aplacar mis intentos
y anular aspiraciones que os causan oscuros miedos.
Implacables parvas altas que me niegan esa dicha,
de ser una arteria fuerte que ve lo que solo intuyo,
volverme un rio importante que inspira dulces poemas
decora ricas leyendas
y acuna nuevos amantes que en sus aguas se recrean.

Alguna vez yo también seré río.
Como lo son mis vecinos,
con leales y altas copas para vigilar su curso,
mientras juncos lastimeros visten el mío tan yermo.
Alguna vez seré río y brillaré como ellos,
a los que yo sólo veo por la sombra de sus chopos
que anuncian su engrandamiento.
El Valderaduey y el Cea.
Me dicen los caminantes que no crea en vestimentas
que esconden a veces sólo los delirios de grandeza.

Pero dejadme soñar tan sólo
que llegará el día bendito que no seré más arroyo
y creceré como un río,
para ser tan infinito como este azul cielo mío.
Y no seré un río seco, ni me llamarán Sequillo.